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Ese desconocido cercano país llamado Ecuador


Constantemente, en el transcurso de los casi ocho meses que tengo en el Ecuador, he tenido que reconocerle a mis amigos ecuatorianos que en Venezuela lo que sabemos de Ecuador es que la capital se llama Quito, que ahí queda la famosa mitad del mundo (y de ahí proviene su nombre), que es un país dolarizado y que de ese país es que son las conocidas Islas Galápagos. Punto. ¿Qué se come? ¿Cómo habla la gente? ¿Cómo piensa? ¿Cómo vive? ¿Qué costumbres tienen? Todas estas son interrogantes que caen en un inmenso vacío, que hacen del Ecuador un desconocido cercano país a Venezuela. Y hay venezolanos que actualmente piensan en Ecuador como un país de indígenas actualizados.


La primera vez que vine para Ecuador, hace un año, mi primera sorpresa fue llegar a una ciudad llamada Guayaquil, porque jamás en mi vida había escuchado yo ese nombre. Y me considero conocedora de muchos nombres de ciudades latinoamericanas, producto del entrenamiento que me dio una carrera que me puso a leer libros como loca durante más de cinco años. Pero Guayaquil me sorprendió. Ecuador entero me ha sorprendido. Salir de Venezuela, decidir salir de Venezuela, además, no fue en absoluto una decisión sencilla que tomar. Pese a que me considere una venezolana con pocas -o casi nada- cosas en común con otros venezolanos, algo que me une a ellos es ese amor intenso por la patria, por nuestra tierra amada, nuestra tierra bendita.


Y sí, salí del país cantando las primeras líneas de esa hermosa canción cuyo nombre es homónimo al de nuestra patria: "llevo tu luz y tu aroma en mi piel, y el cuatro en el corazón". Y sí, salí de Venezuela sintiendo en el corazón, no el cuatro, sino el dolor de tener que partir. Y sí, aunque me aventuré y arriesgué, sentía en mi alma un hueco que muy difícil me parecía que otra nación pudiera llenar, siquiera remotamente.


Llegué a Ecuador y estuve el primer mes viviendo en medio de compatriotas venezolanos, pero mis ansias por arrojarme de brazos abiertos a conocer la cultura del país donde había decidido radicarme, aunque fuera por un tiempo establecido, me llevaron a alzar el vuelo de ese sitio lo más pronto posible, y sumergirme de lleno en la maravillosa aventura de conocer un nuevo lugar. Y Ecuador entero me ha sorprendido.


Primero las semejanzas, no somos tan diferentes después de todo. Compartimos el gusto por el plátano (verde o maduro, porque así es que le llaman aquí y no el genérico plátano), la yuca, la papa, el arroz (caray, el arroz. Aquí son arroceros, no a lo venezolano, sino a lo literal: ARROCEROS), el maíz (y aquí se esbozan las diferencias. El choclo es como el nombre genérico, el mote es una variedad del choclo). Respecto a las frutas, ocurre que cambian el nombre respecto a como las conocemos en Venezuela. Nuestro cambur es su banano. Nuestra parchita (y me miran raro cuando digo el nombre) es su maracuyá. Nuestra lechoza es su papaya.


El Ecuador también está dividido en regiones geográficas, parecido a lo que ocurre en nuestra Venezuela. Al ser un país atravesado de norte a sur por la Cordillera de los Andes, tiene una zona andina a la que le llaman Sierra. Toda la zona que está bañada por el Océano Pacífico y que yace a los pies de la Cordillera, se llama Costa. La zona que yace a los pies de la Cordillera en su área oriental, limitando con el Brasil, se llama Amazonía. Y aun una cuarta región la conforman sus Islas Galápagos.


Al ser un país pequeño, es maravilloso porque resulta compacto y cercano. En un par de horas pasas de una geografía llena de plantaciones de plátano y un calor húmedo, a las más maravillosas montañas, abrumadores abismos y una espesa neblina que te cala el frío, obligándote a usar abrigo. Tiene lugares pintorescos, inolvidables, tanto en Sierra como en Costa, que es lo que hasta ahora conozco.


Ahora, respecto a las diferencias, la diversidad gastronómica que existe en este país, es abrumadora. Me ha dejado pensativa respecto a nuestra cacareada diversidad gastronómica que no lo es tal en contraste con la infinidad de platos de este país. Yo, por ejemplo, vivo en la Costa, y aún no conozco todos los platos que son propios de esta región. He conocido numerosos, sí, de la ciudad de Guayaquil casi todos, pero aún me falta conocer de la famosa provincia (estado) de Manabí, de la cual dicen son los mejores platos costeños.


El amor y el orgullo que siente el ecuatoriano por su tierra es algo que me conmueve, que me ha conmovido, y que me ha traído el recuerdo de nuestro amor por Venezuela y por lo nuestro. Es algo que, a fin de cuentas, me recuerda que más que venezolanos o ecuatorianos, somos seres humanos que crecimos en un lugar con costumbres que nos marcaron, y que una vez las dejamos atrás en lo geográfico, siempre la llevamos impresas en nuestro corazón y latentes en nuestras nostalgias.


Ecuador es un país hermoso que poco a poco ha dejado de ser ese vecino desconocido que siempre fue para mí, y me ha dejado, además, la tarea de compartir con los míos acerca de toda la riqueza, diversidad, belleza y amabilidad que este país posee, que la gente de este país le ofrece al turista que lo visita, y al extranjero que lo adopta. Tienen nuestra calidez, distinta, pero calidez al fin. Ya sea que se trate de un costeño, o de un serrano.


Es un país que merece ser conocido, explorado, visitado, amado, añorado y respetado. Es un país extraordinario cuyas proporciones geográficas no le hacen justicia a sus maravillas en contraste con los inmensos vecinos que tiene (Colombia, Perú, Brasil), pero que una vez que se lo visita, se lo conoce, no se lo puede olvidar (y que lo digan los numerosos extranjeros europeos que viven visitando los distintos lugares de este país). Ecuador, en fin y poco a poco, ha dejado de ser para mí ese desconocido país vecino, y se ha convertido en un país del que todo quiero contar.

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